ELR-1^
Lakar, arkaitz zurtz onen ganean,
ementxe dago, makur edo zuzen, bizitzako legeari menpeko.
Betiko apal, al dauan legez lurretik jasoa, ez dauka margo apaiñik, ez jaiotasunik. Eraman aundiko ta garbi, ementxe dago, arkaitz zurtz, aratz eta
gogor onen ganean.
Ba-darioe arantzak, ainbeste bider bere burua minduten deutsen arantzak.
Bizitzako miñak arrakalatua, bigurri dago aren subilla*, aitak, bere esku garratzekin, okertzen zituan are-esirako adaskak bezela.
Zarpil, gure bizitza irudi.
Larri zaar batekin.
Ikaratutako adaburuan, orri urratuz, adar itxusi batzuek,
noizik bein, lore zuri ta txikiez, pozik,
—noizik bein, pozak, bere lore txikiez, gu,
noizik bein, poztuten gaituan lez—
noizik bein, zuri.
Maitagarri, gure bizitza zarpilla bezela,
pozarentzat, noizik bein, leku labur bat daukan
gure bizitza zarpilla bezela eder,
sastraketan edo katiatutako ardi-ule maluten antzeko itzen
edertasuna baiño sakonago dan
edertasun barren eta apal batez,
ementxe dago elorria be.
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BAG^
Aspero, sobre esta solitaria roca,
aquí está, abatido o erguido,
sumiso a la ley de la vida.
Siempre humilde, apenas elevado sobre el suelo,
ni tiene hermoso color, ni es esbelto.
Resignado y puro,
aquí está,
sobre esta solitaria, incontaminada y austera roca. (1)
Le brotan las espinas, que tantas veces le atormentan.
Requebrajado por los dolores de la vida,
está su tronco retorcido,
como dolorosamente se retorcían en las manos del padre
las cepas que servían de almohadilla al rastro.
Destartalado como nuestra vida.
Herido por una vieja angustia.
En la espantada copa, de hojas desgarradas,
surgen unas desgarbadas ramas,
que, de vez en cuando, se alegran con las joyas de menudas flores blancas,
—como, de vez en cuando, la alegría de menudas flores,
nos regocija, de vez en cuando—,
el espino, de vez en cuando, se torna blanco.
Amable, como nuestra vida;
bello como nuestra destartalada vida, que, de vez en cuando,
regala unos momentos a la alegría,
aquí está el espino,
con una belleza más profunda que la da aquellas palabras semejantes
a las guedejas de lana enredadas en las zarzas.
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Z03^
Permanece sobre esta roca despojada,
reclinado o enhiesto, sometido a las leyes de la vida.
Humilde, se yergue a duras penas de la tierra, desprovisto
de artificios y de prosperidad. Sufrido y sobrio
sobre esta despojada, impoluta y dura roca.
Le brotan espinas, espinas que le hieren.
Resquebrajado por el dolor infundido por la vida, su tronco es tortuoso,
como las ramillas que mi padre alabeaba para el adral.
Se muestra recio, espejo de la vida.
Acarreando una antigua herida.
En la trémula copa rasgada por hojas, unas ramas deslucidas
se manifiestan jubilosas, rodeadas, a veces, por flores blancas y pequeñas,
—del mismo modo que la alegría,
de vez en cuando, con sus pequeñas flores,
de vez en cuando, con sus flores blancas, nos regocija—.
Es adorable, como nuestra vida recia,
y hermoso, como nuestra vida recia que, de vez en cuando,
suele reservarnos un espacio corto para la alegría,
permanece entre nosotros el espino,
dueño de una íntima y humilde belleza
más profunda aún que la belleza
de las palabras parecidas a los copos de lana enganchados en el matorral.